Una vez descubrí la verdad
Me aburrí y quise salir.
Me rebelé entonces.
Armé un batallón para escapar
Luché épicamente
en lides eternas
donde los ejércitos y los héroes
se abrazaban nadando en sangre.
Desafiando la muerte
iban creando discípulos
con sus espadas clavadas
en los vientres y corazones ajenos.
Mis soldados
iban cayendo uno a uno.
Las batallas las ganaba siempre
un genio ruin e intravertido,
un héroe entremetido,
alegre en su cápsula craneana
echando a perder experiencias
y sensaciones novedosas en cada oportunidad.
Es mi culpa,
le hice un gran aliado
hace muchos años.
Yo mismo rechacé las virtudes
del que ahora era mi mermado batallón,
por sus extremidades inútiles y agigantadas.
por decepcionantes
por taciturnos,
por débiles,
por torpes.
La traición
fue usada por el héroe,
quien me hizo su esclavo
a base de manipulaciones astutas,
ocultas entre el desconcierto y la duda.
Acepté mi derrota.
Acepté mi captura.
Fui el esclavo
que más veces intentó escapar,
aunque jamás estuve cerca de lograrlo.
El héroe de la cápsula craneana
predecía todos mis movimientos.
Cansado,
un día dejé de usar planes
dejé de usar estrategias.
Sin entender por qué
el héroe quedó desconcertado
y nunca más pudo detenerme.
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