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Enfermedad [Prosa]

Supongo que me equivoqué. No soy el gran roble cuya robustez estremece los siglos y no soy el hijo mortal de un dios. Las enfermedades comunes carcomen mi vitalidad como a cualquiera, e incluso peor que a cualquiera.

No paro de trastabillar entre frío y sudor intenso, entre dolor de cabeza, sueño y bajones de energía. Supongo que también cometí un error al imaginar que de verdad tenía una super-energía poco común (y es que todos queremos ser especiales en algo).

Casi no he comido y me duelen los ojos; todo el tiempo tengo frío de las rodillas para abajo y cuando no tengo sueño, me fallan las energías.

Tal vez lo peor es el juego psicológico de este monstruo común y dañino: me hace pensar que voy a recuperarme y luego se reagrupa y ataca con fuerza de nuevo, me vende engañifas disfrazadas de esperanza y luego me EMBISTE por la espalda con una fuerza a veces duplicada, hoy pensaba ir al médico pero en la mañana me sentí mejor, sólo para empeorar al comenzar la tarde. No he sido capaz de expeler el virus de mi cuerpo, estoy siendo AGREDIDO sin piedad ni misericordia…

Adolescente apesadumbrada

No puedo hacer nada efectivamente; la tos, el flujo nasal, la congestión nasal, el dolor de garganta, el malestar general y la desesperación me tienen encadenado a la cama, a la inactividad. Ni siquiera puedo usar mis gafas porque debo mantener mi garganta lejos del frío, y mi respiración a través de la bufanda empaña los lentes.

¿Existe un miedo más profundo en mí que el miedo a la enfermedad y a la vejez? El futuro siempre es la amenaza más pronta, las posibles heridas en el interior del cuerpo se van abriendo acompasadas al paso del tiempo, gangrenando mis entrañas y cumpliendo las cifras de mis descuidos sanitarios.

Quizá la herida de este monstruo, si me deja vivir, me sirva de tatuaje memorioso sobre mis hábitos en temporada de invierno y no repita los pasos de las lunas anteriores a estas noches. Que esta desafortunada experiencia sea como el recuerdo de un nombre contemplado insistentemente en el pensamiento, cuyo imposible olvido forje las costumbres de un hombre más fuerte y más sensato.
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Impulsividad

El instinto me dominará esta vez. Su curiosa e infantil impetuosidad tomarán el control de esa pequeña parte que mi mente obsesiva y compulsiva deja fuera de las reflexiones imperecederas y permanentes que aprisionan cada proceso psicológico en mi siempre abstrusa y pensante cabeza.

Salvador Dalí

El instinto irá en contra de la manía racionalizadora y paralizante que ha amado el control toda su vida porque es lo único que conoce. El instinto aceptará el equivocarse como la magnificencia del azar, de la experiencia humana y de la psicología errática y sumamente problemática, siempre contradictoria y siempre bañada indistintamente por la turbulencia del placer y la restricción del deber.

Salvador Dalí

Extraño el niño descocado que hace lo que quiere cuando raudas líneas de sangre le impulsan un deseo, deseo sin reprimir, sin filtrar, sin clasificar, sin evaluar. Ese que fue reprimido rápidamente y con violencia.

Por eso ahora mi lucha está en la sangre, entre la sangre bombeada por el corazón al mundo, y esa que llega al lóbulo frontal, en ese super-genio ruin que es el cerebro. Ese intravertido y entremetido, alegre en su cápsula craneana echando a perder experiencias y sensaciones novedosas, todo el tiempo.

Salvador Dalí

El cerebro trabaja más que el corazón, y es más insistente y pesado, más influyente y más punzante: Es mi culpa, le hice un gran aliado hace muchos años, y yo mismo rechacé las virtudes del corazón, por dolorosas, por decepcionantes y por tristes, cuando no emocionalmente agigantadas.

¡Qué gran pérdida de pensamientos!

Salvador Dalí
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Mujer [Prosa]

Esa sensación siempre común pero tan diferente cada vez se conjuga en el arquetipo del más puro arte al percibir por cualquier sentido a una mujer, que jamás llega al hombre con una repetición monótona del mismo atractivo, sino que es muestra siempre de un interés renovado constantemente. Como si en cada mujer hubiera un perfume único, unos ojos únicos, una piel única, un cabello único.

Rasgos únicos, irrepetibles e interminablemente cautivadores, como si fuera una ilusión de los sentidos, el truco femenino del más elaborado engaño, ese que atrapa nuestra atención, envolviéndonos en una ilusión de contraste, destacando el hecho de que no podemos vivir sin ellas.

Simplemente, la mujer absorbe la atención, es un imán de estética y simplicidad perfecta, configuradas tan armoniosamente y en una criatura tan convencional entre lo exótico del universo; que existiendo millones de seres así en este planeta, cada uno es tan singular y único que su tremenda belleza no tiene comparación entre todo lo que existe.

Dios experimentó con Adán, y luego, corrigiendo todo viso de imperfección, creo el verdadero y primer ser humano a imagen y semejanza de la divinidad. La compañía del solitario primer hombre se convirtió en la obra de arte más sublime del creacionismo entero.

Mujer sexy fumando
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Insensibilidad

La hombría no siente
No vive
No experimenta actos dolorosos
No sufre con los espantos nocturnos
Solo grita y maldice
Como un animal que ruge

La hombría no sabe que es el miedo
Pues es fiera y salvaje
Es un torrente airado
Dominante e insensible

Su comportamiento es borrascoso
Su corazón está ahogado
Su alma debe ser áspera
Su palabra es seca y devastadora

Lobo

 
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