Insistente y punzante apremio
por hacer las cosas bien,
por desarrollar un perfecto
prurito racionalizador,
hiper-consciente
y lleno de lógica
untado de reflexión hasta el cuello,
incluso en las partes más íntimas.
Me revuelco desnudo
con lágrimas extasiadas
en los razonamientos vivaces
que hunden finalmente
mi naturaleza en planetas cuadriculados,
donde la gravitación universal
y las fuerzas del universo
se reinventan para producir una estética diferente
Saturno tiene anillos
pero está bellamente enmarcado
“El cuadro del universo”,
le llaman los físicos de esas dimensiones.
Satélites planetarios desaparecidos
universo que no se expande,
universo que se contrae
con cada millar de años
En menos de un millón de años
los marcianos ya tienen relaciones
con los habitantes de Plutón,
¿Qué rompecabezas se unió a sus vecinos?
Arquetipo de lo reducido,
arquetipo futuro de aquel universo,
todo se une,
todo se hace pequeño.
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Planetas Cuadriculados
Un ser humano, o más bien, una quimera humana que acepta el equivocarse como la pura magnificencia expresando el arte del azar, trastocando la experiencia humana en su psicología errática y sumamente problemática, siempre contradictoria y siempre bañada indistintamente por la turbulencia del placer y la restricción del deber.
Un monstruo-sujeto que no encaja en los artificios del mundo, y que quizá se merece otro, o que quizá exista para sublevarse contra lo posible y lo imposible, para mostrarle a los dioses del Olimpo, a los impersonales, a los de toda casta divina y a los dioses personales semi-ateos (meros instrumentos receptores de quejas y oraciones, oídos gigantes de los rezos que tienen que llegar a cierto poder universal y subjetivo, al que no se le debe nada, sólo se recibe, y se soluciona el problema de lo incómodo que es rendir culto) que la razón tiene un desertor en su reinado.
Un monstruo-sujeto que no encaja en los artificios del mundo, y que quizá se merece otro, o que quizá exista para sublevarse contra lo posible y lo imposible, para mostrarle a los dioses del Olimpo, a los impersonales, a los de toda casta divina y a los dioses personales semi-ateos (meros instrumentos receptores de quejas y oraciones, oídos gigantes de los rezos que tienen que llegar a cierto poder universal y subjetivo, al que no se le debe nada, sólo se recibe, y se soluciona el problema de lo incómodo que es rendir culto) que la razón tiene un desertor en su reinado.
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