Vejez

En mis días de juventud, vivía mí cuerpo con una ferocidad y excitación sobrehumanas. Me ejercitaba mucho y disfrutaba practicando numerosos deportes. Trataba de dormir apenas un poco menos de lo suficiente y comía bien, como si desease compilar mi vitalidad en mis años de juventud antes de que se fuera agotando progresivamente.

Gracias a mi empeño ahora soy un viejo roble, sano y con una energía inusual para mi edad. Sin embargo, mi condena jamás fue física. Es mi espíritu el que decae con estrépito hacia el final de sus días. Mi alma se va a derrumbar primero. Antes que mi cuerpo adquiera su tono decrépito, mi alma estará terriblemente vieja y cansada.

Lamentablemente, para esto jamás me preparé. No quería alcanzar mis últimos años sintiéndome inútil y ahorrando mis pocas energías para ir al baño y para comer. Me ocupé demasiado en ser alguien productivo y exprimí mi lozanía con la mayor intensidad posible. Ahora que no puedo usar mi tiempo como lo usaba cuando era joven, me carcome la inactividad y la angustia que me produce el saberme inútil.

Muerte con capucha


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