Odio esperar con ansias
la próxima vez que le sonrías a mi vida
No siento más que menosprecio
en la obsesión que se cuela
en mis fantasías de sentir tus manos.
Intento desesperada e infructuosamente
llenar de indiferencia el color de tus ojos
y el perfume natural de tu cabello.
Odio tus muletillas en las voces de otra gente.
Aborrezco el insomnio al que me obligas.
Odio estar escribiendo esto,
porque odio pensar en ti.
Me disgusta tener que pensarte para tranquilizarme.
Y odio cada pequeña cosa que me recuerda algo tuyo.
Odio el inocente delirio
de querer repetir tu belleza en mis palabras
y odio los ataques disimulados
de tu posición corporal.
Odio el estentóreo sonido atrasado
de tus preguntas en mis nervios.
Odio pensar en qué voy a decirte
la próxima vez que te vea,
porque detesto a cada segundo
las matemáticas que uso para calcular
la probabilidad que tengo de verte.
No encuentro fruición
cuando pienso en tu forma de hablar,
en tu forma de reír.
Me duele cuando te incrustas en mi cerebro
porque sé que estás a unos metros de mí
y no puedo hacer nada.
¡Cómo quisiera contemplar con desdén
las fantasías de fundirnos fugazmente en un abrazo!
¡Y cómo detesto la alucinación de escuchar tus palabras
en las aberturas sutiles de cada conversación cotidiana!
No quiero pensar en mí contigo.
No quiero soñar contigo.
No me interesa coleccionar fotografías tuyas.
No me importa tener tu teléfono.
No me voy a sentir mejor si te envío un mensaje.
Quizá quiera hablarte sin importar si de verdad escuchas.
Quizá quiera hablarte sin reparar en el hecho
nada inocuo de que goces en demasía de mis monólogos.
O quizá quiera hablarte
para que me hables,
y disfrutes del entretenimiento de nuestras conversaciones
disfrazadas de complacencia inefable y muda;
pero es muy posible que cierres mi boca
con tu propio silencio.
O con un simple roce de tu piel.
la próxima vez que le sonrías a mi vida
No siento más que menosprecio
en la obsesión que se cuela
en mis fantasías de sentir tus manos.
Intento desesperada e infructuosamente
llenar de indiferencia el color de tus ojos
y el perfume natural de tu cabello.
Odio tus muletillas en las voces de otra gente.
Aborrezco el insomnio al que me obligas.
Odio estar escribiendo esto,
porque odio pensar en ti.
Me disgusta tener que pensarte para tranquilizarme.
Y odio cada pequeña cosa que me recuerda algo tuyo.
Odio el inocente delirio
de querer repetir tu belleza en mis palabras
y odio los ataques disimulados
de tu posición corporal.
Odio el estentóreo sonido atrasado
de tus preguntas en mis nervios.
Odio pensar en qué voy a decirte
la próxima vez que te vea,
porque detesto a cada segundo
las matemáticas que uso para calcular
la probabilidad que tengo de verte.
No encuentro fruición
cuando pienso en tu forma de hablar,
en tu forma de reír.
Me duele cuando te incrustas en mi cerebro
porque sé que estás a unos metros de mí
y no puedo hacer nada.
¡Cómo quisiera contemplar con desdén
las fantasías de fundirnos fugazmente en un abrazo!
¡Y cómo detesto la alucinación de escuchar tus palabras
en las aberturas sutiles de cada conversación cotidiana!
“CONSTANTE” Xolotl Polo. Acrílico. 195 x 75 cm. 2012 |
No quiero pensar en mí contigo.
No quiero soñar contigo.
No me interesa coleccionar fotografías tuyas.
No me importa tener tu teléfono.
No me voy a sentir mejor si te envío un mensaje.
Quizá quiera hablarte sin importar si de verdad escuchas.
Quizá quiera hablarte sin reparar en el hecho
nada inocuo de que goces en demasía de mis monólogos.
O quizá quiera hablarte
para que me hables,
y disfrutes del entretenimiento de nuestras conversaciones
disfrazadas de complacencia inefable y muda;
pero es muy posible que cierres mi boca
con tu propio silencio.
O con un simple roce de tu piel.