La palabra creativa,
a la deriva,
encerrada en círculos de ideas,
e ignorando momentáneamente su destino,
extiende sus manecillas
en las arenas del tiempo,
olvida el curso de los acontecimientos
y toma una siesta
con la fruición eterna
del descanso en su mente.
Pero en un instante de pavor
sus cimientos se estremecen tiernamente
y el lenguaje emerge de sus entrañas
para hablar en nombre
del espacio-tiempo.
Aprovechándose de la relatividad de todas las cosas
construye un mundo para sí
y se autoproclama deidad de deidades,
Luego vuelve a su siesta.
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