El silencio del mundo
Congela mi pecho
Dándome aquel pulso que libera
Haciendo cemento de mis emociones
En el helado infinito,
persiste mi alma sombría
Y por entre los resquicios
saboreo la frialdad
arquetípica de mi género
Perdiendo el color
Sobrevivo
Aunque sin la humana lozanía
De la sensibilidad reservada para la feminidad
Despojado de la emocionalidad
No alcanzo jamás la sosegada cordura
solo,
como abandonado,
con el mísero gemido y el lamento
la razón y la locura
en dura contienda…
aún perduran
Mi masculinidad duerme sobre yertos cadáveres
El tormento y la desventura
de mi sobriedad
absorben y hurtan mis lágrimas
que ya ni me atrevo a regar en privado
Mi hombría
es lividez
Me resta hacer que no sea dolorosa
Y luego adormecerme en extremos
Aquellos que casi se convierten
en una especie de violencia…
Empecinados en una imperecedera lucha
por nuestra salvación
Y nacidos para establecer vías infinitas
hacia la felicidad inalcanzable
Los hombres somos
por naturaleza
ángeles de la muerte
A través del espacio y del tiempo
explotamos insistentemente nuestras almas
con el fin único y desolador
de encontrar el elixir de la felicidad de nuestra especie.
Somos nuestras propias vías de desperdicio
consumiéndonos los segundos de los demás…
como buitres
En nuestros cerebros carcomidos por la razón
levantamos un límite de tiempo y espacio
en donde somos guerreros,
siempre encaminados a la destrucción
En la noche nos esconderemos
en los resquicios más oscuros
de nuestra mente
Al amanecer acometeremos otra vez la lucha
cara a cara con miles de espejismos
entre caminos maliciosos
llenos de sangre y violencia
Los verdaderos ángeles de la muerte
deleitándose con nuestra autodestrucción,
nos felicitarán por nuestra independencia
de la vida y de la muerte
de sus ángeles y sus aves
Nosotros mismos hemos hecho su trabajo
Destrozándonos la carne
Y condenándonos al verdadero infierno de la putrefacción
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 30.
Encuentra la revista completa en Issuu aquí
por nuestra salvación
Y nacidos para establecer vías infinitas
hacia la felicidad inalcanzable
Los hombres somos
por naturaleza
ángeles de la muerte
A través del espacio y del tiempo
explotamos insistentemente nuestras almas
con el fin único y desolador
de encontrar el elixir de la felicidad de nuestra especie.
Somos nuestras propias vías de desperdicio
consumiéndonos los segundos de los demás…
como buitres
En nuestros cerebros carcomidos por la razón
levantamos un límite de tiempo y espacio
en donde somos guerreros,
siempre encaminados a la destrucción
En la noche nos esconderemos
en los resquicios más oscuros
de nuestra mente
Al amanecer acometeremos otra vez la lucha
cara a cara con miles de espejismos
entre caminos maliciosos
llenos de sangre y violencia
Los verdaderos ángeles de la muerte
deleitándose con nuestra autodestrucción,
nos felicitarán por nuestra independencia
de la vida y de la muerte
de sus ángeles y sus aves
Nosotros mismos hemos hecho su trabajo
Destrozándonos la carne
Y condenándonos al verdadero infierno de la putrefacción
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 30.
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Las ruinas
de los estremecimientos decrépitos
de la humanidad
empiezan a derrumbarse
En su mortal fragilidad
El hombre soporta la sacudida de la tierra
que arde de nuevo
en un afán de regenerarse a sí misma
y de paso
deshacerse de su destructor
Sumido en un profundo sopor
Queriendo huir de su destino
El hombre vierte lágrimas
desde la cueva de su pecho
Humedeciendo las vendas insólitas de la locura
Los estallidos
Escondidos bajo oleajes de escombros
Lo ahuyentan hacia las cavernas
Hurgando sus atormentados corazones
Gritos intensos
Abarcan la vida
Recogiendo las máculas de la civilización
Ahora hechas retazos
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 30.
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de los estremecimientos decrépitos
de la humanidad
empiezan a derrumbarse
En su mortal fragilidad
El hombre soporta la sacudida de la tierra
que arde de nuevo
en un afán de regenerarse a sí misma
y de paso
deshacerse de su destructor
Sumido en un profundo sopor
Queriendo huir de su destino
El hombre vierte lágrimas
desde la cueva de su pecho
Humedeciendo las vendas insólitas de la locura
Los estallidos
Escondidos bajo oleajes de escombros
Lo ahuyentan hacia las cavernas
Hurgando sus atormentados corazones
Gritos intensos
Abarcan la vida
Recogiendo las máculas de la civilización
Ahora hechas retazos
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 30.
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Furiosas tintas
desgarran las cavernas de la mente humana
Trastornando el papel sacudido por su rostro hambriento
Las corrientes de la evolución
Son tan sólo cursos sin destino
Un diminuto movimiento
Dentro del espléndido universo
acariciado ahora por la enfermiza razón
de una mente
Que busca el control imposible
Ajeno. Inaccesible.
Maniático,
se retuerce ardiente
el afán humano de analizarlo todo
Evidente anzuelo en ríos espesos
Lodo sin etiquetas
La razón agita la naturaleza
Desordenando sus superfluos placeres
Convirtiéndolos en fríos rompecabezas
Una vaga emoción restituye el sufrimiento del hombre
Su cerebro lame las paredes
Buscando la humedad de las sensaciones
Escondida en miles de palabras
Sus sentimientos
Impalpables delirios
que su letra deshace
en recuerdos polvorientos
Vaporosos entierros secretos,
inútiles como las obsesiones.
El pensamiento
que es un insecto agónico
escribiendo con la sangre que él mismo derrama
En vano intenta alzar la hoguera
con anotaciones recogidas en desesperación
al pie de la ocasión muerta.
Entre la vigilia y el agotamiento inexplicable del sueño,
ideas aplazadas rondan los pliegues de su existencia sucesiva
El delirio nutre la hoguera con sus frágiles aciertos
y le conduce a la orilla de su tortura
Sobre una piedra riega sus débiles fantasías.
Sus planes,
como brebajes ácidos
a veces le dan sosiego
Pero casi siempre le hacen extranjero en mi propia existencia
¿Qué ritual demente ha de cumplir con el polvo de sus huesos?
¿Dónde debe derramar su sangre,
que es tinta,
para firmar en sacrificio la turbulencia de sucesos
en dónde podrá dejar de anticipar para vivir?
Sin cesar
fatiga vías holladas por sus sueños.
El hombre escribe en círculos,
frenéticamente ciego…
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 29.
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desgarran las cavernas de la mente humana
Trastornando el papel sacudido por su rostro hambriento
Las corrientes de la evolución
Son tan sólo cursos sin destino
Un diminuto movimiento
Dentro del espléndido universo
acariciado ahora por la enfermiza razón
de una mente
Que busca el control imposible
Ajeno. Inaccesible.
Maniático,
se retuerce ardiente
el afán humano de analizarlo todo
Evidente anzuelo en ríos espesos
Lodo sin etiquetas
La razón agita la naturaleza
Desordenando sus superfluos placeres
Convirtiéndolos en fríos rompecabezas
Una vaga emoción restituye el sufrimiento del hombre
Su cerebro lame las paredes
Buscando la humedad de las sensaciones
Escondida en miles de palabras
Sus sentimientos
Impalpables delirios
que su letra deshace
en recuerdos polvorientos
Vaporosos entierros secretos,
inútiles como las obsesiones.
El pensamiento
que es un insecto agónico
escribiendo con la sangre que él mismo derrama
En vano intenta alzar la hoguera
con anotaciones recogidas en desesperación
al pie de la ocasión muerta.
Entre la vigilia y el agotamiento inexplicable del sueño,
ideas aplazadas rondan los pliegues de su existencia sucesiva
El delirio nutre la hoguera con sus frágiles aciertos
y le conduce a la orilla de su tortura
Sobre una piedra riega sus débiles fantasías.
Sus planes,
como brebajes ácidos
a veces le dan sosiego
Pero casi siempre le hacen extranjero en mi propia existencia
¿Qué ritual demente ha de cumplir con el polvo de sus huesos?
¿Dónde debe derramar su sangre,
que es tinta,
para firmar en sacrificio la turbulencia de sucesos
en dónde podrá dejar de anticipar para vivir?
Sin cesar
fatiga vías holladas por sus sueños.
El hombre escribe en círculos,
frenéticamente ciego…
Poema de Miguel Ángel Adarme Acevedo publicado en la revista Capital Letter. No. 16 de la Universidad Nacional de Colombia. página 29.
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Las lágrimas no son mías,
los gritos no son míos,
son de otros.
Todo lo que se marchita
es de alguien más,
un mío que no puedo ser yo
Invento desesperadamente
cientos clonados,
cientos míos
salpicándolos con máscaras de miedo
y cobardía;
maquillándolos con la vergüenza
de sentir vergüenza.
Las debilidades y los temores
colapsan irremediablemente
contra la dureza de mis invenciones.
No hay dolor bajo mis máscaras
no hay dolor
en mis disfraces.
Desaparezco encima de otro mío
un mío clonado.
que no mira atrás,
que no deja un solo rastro.
En el tormento
de mis transformaciones
inclino la cabeza y
vuelvo a levantarla siendo alguien más.
no soy yo
nunca lo fui
…
La lluvia borra mis huellas
y el polvo humedecido
sepulta mis recuerdos.
los gritos no son míos,
son de otros.
Todo lo que se marchita
es de alguien más,
un mío que no puedo ser yo
Invento desesperadamente
cientos clonados,
cientos míos
salpicándolos con máscaras de miedo
y cobardía;
maquillándolos con la vergüenza
de sentir vergüenza.
Las debilidades y los temores
colapsan irremediablemente
contra la dureza de mis invenciones.
No hay dolor bajo mis máscaras
no hay dolor
en mis disfraces.
Desaparezco encima de otro mío
un mío clonado.
que no mira atrás,
que no deja un solo rastro.
En el tormento
de mis transformaciones
inclino la cabeza y
vuelvo a levantarla siendo alguien más.
no soy yo
nunca lo fui
…
La lluvia borra mis huellas
y el polvo humedecido
sepulta mis recuerdos.
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