Ni por suerte tenía la oportunidad de escapar
a los tormentos que se avecinaban raudos
sobre mis sentidos adormecidos.
Ni por suerte encontraría tu cariño.
Sólo he de esperar esa especie extraña
y convulsionada de eclecticismo
agobiado y furioso
que cada cierto tiempo
se desquita contra su portador,
el mismo que le encarcela
y le obliga a reprimirse.
No siempre puedo encadenarle.
No puedo siempre ignorarle
como quien ignora los dolores predictores
de una enfermedad demasiado futura.
Y se vuelve inusual,
y cada vez que me encuentro con él,
me parece como algo
que jamás hubiera visto;
y es que cambia demasiado rápido
en la oscuridad
y el confinamiento obligado al que le someto.
Cada vez que me ataca,
lo siento cálido
de una manera distinta,
embelesado y sufriendo,
enredado en una experiencia nueva,
terrible y escandalosa para mi mente.
Su novedad infalible
es una garantía de impredicibilidad desbordante.
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