Quiero ahora presentarte el alma de la máquina extraña que fabriqué de niño. Me tomó mucho tiempo desarrollarla aunque no puedo decir que sea mi más preciado secreto. Ahora recuerdo que lo llamaba el altar. Un altar de la memoria que no admite una única persona en el viaje. No conocí a nadie que pudiera hacer el viaje conmigo, hasta que te conocí:
Vivo en un desfile de sueños, inventando a cada nuevo minuto en la fase REM, nuevos personajes de fantasía, inspirado por pensamientos mágicos que revolotean azarosamente en mi cabeza, aquella fervorosa devota de las ilusiones.
En los reinos ubicados al final del día, donde jamás temí perderme, en aquella oscuridad cálida y cómoda, sumido en adormilamientos colmados de legiones enteras de pensamientos, me entregaba al mundo nocturno con los ojos bien cerrados, y la mente quizá demasiado abierta, esa que sin afán pero sin duda se abandonaba a los brazos inusitados y profundamente refrescantes de su inconsciente apresurado y reprimido, sumamente reprimido.
Vivo en un desfile de sueños, inventando a cada nuevo minuto en la fase REM, nuevos personajes de fantasía, inspirado por pensamientos mágicos que revolotean azarosamente en mi cabeza, aquella fervorosa devota de las ilusiones.
En los reinos ubicados al final del día, donde jamás temí perderme, en aquella oscuridad cálida y cómoda, sumido en adormilamientos colmados de legiones enteras de pensamientos, me entregaba al mundo nocturno con los ojos bien cerrados, y la mente quizá demasiado abierta, esa que sin afán pero sin duda se abandonaba a los brazos inusitados y profundamente refrescantes de su inconsciente apresurado y reprimido, sumamente reprimido.