Los Artistas [Cuento]


Cuento de ciencia ficción amateur


Anderson y Smith terminaban su cigarrillo cuando recibieron la orden de entrar a la mansión del señor Fomar Peterson. Eran las tres de la madrugada y los preparativos estaban terminados. Smith caminaba con placer, contemplando el perfil de la inmensa mansión.

- ¿Qué sucede? – dijo. Te están pagando mucho dinero por esto.

El otro, nervioso, se limitó a bajar su cabeza. Se dio la vuelta y revisó una vez más su equipo. Smith emitió un gruñido y comenzó a caminar hacia la entrada oriental.

- Un minuto. Todavía no he terminado – se afanó Anderson.

Cinco minutos después, ambos hombres, los únicos vestidos con traje, sacaban a un anciano de una estructura metálica de forma circular, parecido a un tanque de reserva de agua; sujetándolo con fuerza por los brazos y hombros.

Jordan Kramer, el hombre más rico y poderoso del planeta, estaba allí para robarlo.

- Me has facilitado mucho el trabajo. Es increíble que una mente tan altamente creativa como la tuya no haya sido capaz de contemplar lo improbable – sentenció Kramer, dirigiéndose al anciano.

Robert Brenton, su representante, le había advertido sobre una situación así, pero el anciano nunca quiso aceptar que tal escenario fuera posible. La primera vez que le mencionó la idea, este no paraba de reír.

Mientras Kramer se acercaba hacia él, Peterson, el anciano, recordó la última conversación que había tenido en esa misma habitación.

- Por favor, eso solo sucede en nuestros libros y películas– dijo Peterson mientras miraba por la ventana más grande de la mansión.

- Esto no es algo nuevo –insistió Brenton- Si el arte y el conocimiento ahora pueden ser creados de esta manera, eso también significa que pueden ser robados de la misma forma. Especialmente si las ideas a robar pertenecen al mejor artista del mundo.

- Lo que dices son tonterías. Anualmente, invierto cientos de millones de dólares para evitar que eso ocurra – replicó. Nadie jamás va a robar mis ideas.

Ahora Peterson miraba fijamente hacia el sofá en el que se había sentado Brenton, dos días antes. En un intento por liberarse, se movió bruscamente, dejando escapar un grito de impotencia. Sin violencia, Kramer pasó una toalla por su rostro, mientras éste le arrojaba una mirada ahogada por el miedo.

- Así que esto fue lo que le ocurrió a Bill Dorle – gritó con desespero.

- Exactamente – continuó Kramer, dándole la espalda mientras paseaba su mirada por las obras de arte colgadas en la habitación - Lamentablemente, él jamás podrá recordarlo. Pobre Dorle. Las enfermedades neurodegenerativas siempre han sido un enigma, acabando incluso con las mentes más brillantes de la humanidad.

- ¿Eso es lo que reportarán los medios? – chilló- ¿Una enfermedad neurodegenerativa desconocida?

- No te preocupes. Podrás hablar y caminar con normalidad. Al igual que Dorle. No quiero arruinarte la vida. Solo estoy interesado en los pensamientos que has almacenado en ese tanque.

- Pasé cuarenta años de mi vida trabajando para comprar este tanque. No permitiré que me arrebates los mejores años de mi vida-. Su voz estaba rasgada por la ira y el pánico.

- Creo que ya es demasiado tarde para ti.

La primera versión del dispositivo con tecnología PD era muy rudimentaria. Desarrollada por la NASA, 20 años antes, permitía al usuario conectarse directamente con un computador con el fin de almacenar digitalmente los pensamientos generados por el usuario. No obstante, este fue solo el primer paso. El enorme tanque de aislamiento instalado en el ala oriental de la mansión Peterson podía hacer mucho más que eso.

Permitiendo un estado de relajación intenso gracias a la suspensión de todas las funciones perceptivas y sensoriales del cerebro, el tanque se encontraba a medio llenar con un líquido espeso sobre el que se podía flotar con gran libertad. De las gruesas paredes del tanque, se desprendía un conjunto de cables contectados a una pequeña incisión localizada el lóbulo parietal del usuario.

Luego de años intensos de experimentación y adaptación al tanque, Peterson logró crear y producir películas, pinturas, esculturas, libros y otras obras de arte sin usar ningún mecanismo físico. El tanque le permitía manipular su imaginación y almacenarla en un formato multimedia.

Gracias a que las limitaciones físicas no constituían un problema, el trabajo artístico del puñado de genios que tenían a disposición un tanque con tecnología PD -entre ellos Dorle, Kramer y Peterson- había alcanzado el máximo potencial posible. Rápidamente, el mundo del arte sufrió una revolución titánica, y con ella, la humanidad en su totalidad. El consumo de estos nuevos productos artísticos alcanzó dimensiones monumentales y sus creadores pasaron a ser las personas más adineradas y poderosas del planeta.

- Invertí mucho tiempo y dinero en desarrollar un método para extraer las ideas de los tanques – comenzó a decir Kramer mientras conectaba el tanque a un pequeño dispositivo portátil, parecido a un metrónomo.

- No podrás hacerte con mis ideas, –amenazó una última vez Peterson.

Kramer sonreía mientras conectaba el dispositivo portátil a la incisión del lóbulo parietal derecho de Peterson por medio de un largo cable transparente. Anderson, quien sujetaba con fuerza el brazo derecho de Peterson, notó un extraño movimiento en la boca de Peterson, pero pensó que era producto de estar conectado al cable transparente. Interpretación que luego lamentaría.

- No es la primera vez que me dicen eso – respondió Kramer mientras se conectaba él mismo por medio de otro cable transparente.

Peterson hizo otro extraño movimiento con su boca, como si masticara algo. De inmediato, todas sus funciones cerebrales se detuvieron y se desplomó, muerto, al suelo. Un segundo después, en el extremo opuesto del dispositivo, Kramer también perdía su vida.

- Ha mordido una pastilla letal – concluyó Anderson.

- Sí - confirmó Smith.

- Pero, ¿por qué ha muerto Kramer?

- Al parecer la pastilla ha creado un efecto en cadena. Seguramente éste era el último recurso de Peterson, matar al jefe aprovechando que sus cerebros estaban conectados. Tenemos que desaparecer de inmediato. Piérdete, ¡ahora!

Asustado, Anderson echó a correr fuera de la mansión mientras Smith desconectaba los cables transparentes del cráneo de ambos artistas.

- Jamás hubiera imaginado que las cosas iban a terminar así – dijo Smith una vez que se aseguró de estar solo en la mansión.

Con sumo cuidado, recogió cuidadosamente el dispositivo parecido a un metrónomo y lo acarició con una mirada de satisfacción. A continuación, destruyó un pequeño control remoto que escondía en su mano derecha y abandonó la mansión.

Narke Latere
Octubre de 2014

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