gritos violáceos giran como cenicientas perinolas
En la musitación de lo inefable
los besos pierden el recuerdo
y se fundan los gritos dispersos
Solitarias expresiones mezclándose
en tráficos de lo que no decimos.
En los silencios más perennes,
pulula el frenesí reprimido
entre miles de expresiones y sonidos
que a veces no se oyen
Los latigazos certeros
se quedan entre los dientes
Ya los labios no desean moverse
y ese dialecto asustado aparece
renunciando a lo desconocido
Lo diferente se cuela insomne en lo novedoso
pero con temores inquietos
en un baile de peonzas de estupefacción
mientras el traficante de las confusiones
tasa las miradas
El miedo es un fantoche atroz
que se impone hasta en la suavidad de las letras
y la creciente curiosidad
Se aparece como un personaje inmóvil
de espada y divertimento
Llega hasta el espanto más allá de la dulzura
y el misterio
El mismo personaje nos juntó
vagando como lobos
por entre nuevas experiencias
Bajo los susurros se exige como pedestal
el testimonio de lo heterogéneo.
“Ven aquí chiquito” |
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