Condeno una parte de mí
al ostracismo, y con ella,
una parte también de mi memoria.
De este lado sólo tengo algunas cenizas
cuidadosamente guardadas
en un jarrón de cerámica fina.
No quiero recordar mi pasado,
no quiero apariencias de candor débiles.
No quiero responder al llamado impertinente
y celoso de mi memoria,
que se busca a sí misma
en una esperanza ciega y rota,
hechizada por la necesidad de auto-significarse
y convertirse en un futuro brillante
para así redimirse.
Tengo una cerámica para el arrepentimiento,
recubierta de oro,
pero que se desangra profusamente
desde una fuente desconocida e infinita.
Es el desamparo de quedarme sin memoria,
de perder mi esencia y mi aprendizaje.
Pero ya no quiero lecciones antiguas.
No quiero leer en las arrugas de la cerámica
valiosas enseñanzas,
que de todos modos están hechas de trapos rotos
y tristeza.
Quiero dejar de nombrar mis lecciones,
pisarlas fuerte y desecharlas;
las lloraré y las extrañaré
como en una etapa de duelo,
para luego celebrar con regocijo
y un dejo de despersonalización.
No quiero recelos y arrepentimiento,
quiero quemar esa cerámica,
junto con el remordimiento
y el dolor del pasado.
Preparo el fuego
y las llamas inundan el rito.
Justo en el instante fatal,
se me quiebran los brazos y la cerámica rueda
lejos del pequeño infierno que le he preparado.
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1 comments :
El hombre gigante peleó ferozmente consigo mismo, pero no logró derribarse.
--
He condenado a una parte de mí al ostracismo, y con ella, una parte también de mi memoria. De este lado sólo tengo algunas cenizas cuidadosamente guardadas en un jarrón de cerámica fina.
No quiero recordar mi pasado, no quiero APARIENCIAS DÉBILES DE CANDOR. No quiero responder al llamado IMPERTINENTE y CELOSO de mi memoria, que se busca a sí misma en una esperanza ciega y rota, HECHIZADA por la necesidad de auto-significarse y convertirse en un futuro brillante, para redimirse.
Tengo una cerámica para el arrepentimiento, recubierta de oro y PROFUSAMENTE protegida, siempre se está desangrando pero no sé de dónde le sale la sangre, es como si tuviera una fuente infinita.
No quiero recelos y arrepentimiento, quiero quemar esa cerámica, junto con el remordimiento y el dolor del pasado. Preparo el fuego y las llamas inundan EL ESPACIO DEL RITO. Justo en el instante fatal, se me quiebran los brazos y la cerámica rueda lejos del pequeño infierno que le he preparado.
Es el DESAMPARO de quedarme sin memoria, de perder mi esencia y mi aprendizaje. Pero ya no quiero lecciones ANTIGUAS y viejas. No quiero leer en las arrugas de la cerámica de mi pasado valiosas ENSEÑANZAS, porque están hechas de trapos rotos y tristeza. Por eso quiero dejar de nombrarlas, pisarlas fuerte y desecharlas; las lloraré y las extrañaré como en toda etapa de duelo, para luego celebrar con regocijo y despersonalización.
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