Rebeldía

No tengo que cambiar mi personalidad, no tengo a enlistarme como un buen chico más en la aglomeración de chicos que ya lo son. Sólo tengo que hacerme a mi propia realidad y construir mi propio estilo, mi propia manera de ser un hombre, de ser una gran persona. Y serlo según mi sistema, no uno impuesto y obligado por la tradición y la regla.

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Sé bien que hay muchas formas de presentarme como un revolucionario en un mundo de diplomacia e intereses. Y habrá mejores formas de hacerlo. Yo encontré esta gracias a mi educación, a mi crianza en la infancia y a mis predisposiciones ambientales, biológicas y psicológicas. La personalidad que desarrollé me permite desequilibrarme de esta manera. Sí, estoy desequilibrado de acuerdo a las normas y a lo que se espera de mí. Estoy loco.

Y cuando pueda enloquecer de maneras más finas, cuando desarrolle mejor mis habilidades; perfeccionaré y puliré mi insubordinación social. Así lo he venido haciendo, he mejorado mi capacidad para debatir y enfrentar lo corriente, jamás terminaré de hacerlo, me moriré intentándolo, pero cada día soy mejor. No soy mejor a tus ojos, ni a los ojos de la masa, soy mejor a mi manera, soy mejor a mi gusto. Soy mejor desde la base de una personalidad débil, discreta y reservada. Estoy edificando un carácter naturalmente inferior y frágil para convertirlo en algo fuerte, contestatario y cuestionador.

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Convertiré la introversión, la timidez y la invisibilidad en rasgos dominantes, en lugar de intentar obtener los rasgos naturalmente dominantes y típicos. Sólo tengo que sustraerles su carácter opaco, canijo y apabullado. Haré brillar y destacar lo que no se supone que debe destacarse. Y todo esto, en base a la contradicción, la complejidad y el caos: Soy tímido, pero no se me irrespeta. No soy carismático, pero soy convincente. No soy simpático, pero tampoco odioso.